martes, 26 de noviembre de 2013

El Cebo (1958)



Una niña aparece asesinada en el bosque de un pequeño pueblo suizo. Inmediatamente las sospechas recaen sobre el viejo vendedor ambulante que encontró el cadáver. Únicamente el comisario Matei duda de su culpabilidad, pero se acaba de retirar y deja el caso en manos de un compañero. Mientras tanto, el anciano, incapaz de resistir la situación, se suicida en su celda. Ya en el aeropuerto, a punto de coger el avión, el comisario Matei repara en algunos detalles contados por los niños de la escuela y decide aplazar su viaje para empezar a investigar por su cuenta.



De una manera casi inmediata tras el inicio de la película somos enviados directamente a un bosque en Suiza donde un vagabundo encuentra un cadáver. El director de esta cinta, Ladislao Vajda, trabaja meticulosamente en todos los aspectos de esta clásica cinta de investigación policial para entretener al público y brindar una puesta en escena capaz de enganchar y no soltar. El inicio hela la piel y luego el desarrollo de la premisa es pasivo pero poderoso. Casi magnético.
"El Cebo" es una película absorbente, intensa, llena de suspense, que suda cine por todos sus poros; inicia su recorrido como una investigación criminal-policíaca y luego se convierte un retrato de la miseria humana. Una película hecha con alma que no solo se limita a presentar escenarios y actores en medio de un terrible problema, sino que postula ideas sobre el deterioro de una sociedad europea convaleciente a mediados del siglo pasado. Recuerda un poco a la obra maestra de Lang: "M, el vampiro de Düsseldorf", en ella también se presentaba un soberbio cuestionamiento filosófico sobre los principales motivos que llevaban a un hombre a cometer horribles crímenes con niños (aun está grabada en mi memoria el discurso final de un impresionante Peter Lorre). Acá nos detenemos a las dudas que se plantea un hombre respecto a la culpabilidad de quien pareciera ser un chivo expiatorio ante una comunidad que exige respuestas inmediatas para subsanar el hecho de encontrar el responsable de los crímenes y así detener la mortandad infantil.



En "El Cebo" podemos detenernos a observar muchos puntos. Uno de ellos es la formación e inteligencia del protagonista de la película, el comisario Matei, el único capaz de plantearse interrogantes en torno a todas las pistas que va a sacando a luz. Un hombre que no juega a hacerse el héroe sino simplemente a responder ante los actos que requieren su participación e incitan a detener un mal. Luego tenemos al enemigo, el infanticida, un ser despiadado y perverso de apariencia débil pero capaz de perpetrar los más siniestros crímenes debido a oscuros deseos. Vajda examina psicológicamente a este ser; un hombre infeliz, dominado por su esposa quien le hace humillaciones constantes y para "reponerse" de ello recurre al desahogo emocional de la manera más atroz (tratando de demostrar su virilidad consiguiendo que las féminas más inocentes, niñas, le hagan caso). Muchas veces se ha querido examinar la figura de un psicópata, y pocas veces ha quedado muy claro y de una manera tan sencilla como se nos muestra en esta película (Hitchcock ya es otra cosa, el amo por excelencia). 
Es de admirar en esta película cómo las pistas van floreciendo y dan origen a todo el planteamiento que el comisario finalmente obtiene. Quizás muchos atinen a advertir que es mucha coincidencia, pero el desarrollo del mismo hace pensar que se ha trabajado detalladamente para no parecer todo tan casual. Es que Vajda también consigue con ese efecto que el espectador juegue con las pistas que poco a poco se van entregando, y como dije al inicio, lograr que se esté atento a todo el metraje. No queda ningún cabo suelto y al llegar al desenlace todo está en su sitio. 



Hay muchas escenas hermosas SPOILER* Como aquella en la que el comisario debe dar la noticia del asesinato brutal de la niña a sus padres y la inmediata reacción de ellos, entre lo atónito e increíble y la repulsión a la idea de haber perdido a su ser más preciado; aquí todo luce perfecto con una envidiable armonía, un juego de primeros planos fantásticos y una fotografía sublime* FIN SPOILER.
En definitiva, una de esas poderosas cintas que realmente son agradables de ver y que han servido de inspiración a muchas películas que hoy en día también se centran en retratar el desarrollo de un crimen y su consecuente desenlace.

martes, 12 de noviembre de 2013

Crítica de "Mejor no hablar de ciertas cosas".

 

 6/10

De que el cine ecuatoriano ha tomado un fuerte impulso en los últimos años es una realidad que no se puede tapar con un solo dedo. Ya atrás quedaron los años en los que solamente un par de films eran producidos anualmente y uno que otro lograba obtener un éxito moderado. Desde hace unos cinco o seis años la industria cinematográfica ecuatoriana ha recibido un gran empuje y ahora cada vez más se abren puertas, ventanas o caminos para que las diferentes propuestas pueden llegar a tener luz. Esto ha pasado con la reciente película de Javier Andrade "Mejor no hablar (de ciertas cosas)", obra nacida y creada en territorio costero del Ecuador que ha recibido halagos internacionalmente y es la representante de este país de cara a los Oscar del próximo año.


La película se centra en la vida de Paco Chávez quien lleva una vida decadente y encantadora en la costa del Ecuador. Esa vida la impulsan las drogas y el romance eterno e ilícito que tiene con Lucía, su novia del colegio, ahora casada con otro hombre. Una noche, Paco y su hermano menor Luis, un músico de punk fuera de control, entran a la casa de sus padres para robarse un caballo de porcelana para empeñarlo y conseguir drogas. Su padre los descubre y se arma una pelea violenta en la que todo el mundo pierde los cabales. Las consecuencias de esa pelea perseguirán a los hermanos para siempre y cambiarán la vida de todos a su alrededor.
Las consecuencias de una noche frenética dirigidas por los impulsos de conseguir placer a base de lo ilegal serán gigantescas para dos hermanos nacidos y criados en el pudor de una familia aristocrática de Ecuador. Andrade en su película nos sumerge a una odisea de emociones intensas, capaces de atrapar con mucho énfasis lo que se cuenta en este crudo relato. "Mejor no hablar de ciertas cosas" es una película dotada de vida y mucha realidad, una realidad que aqueja y se siente hiriente, que palpita sudor y miedo a borbotones, un miedo a lo desconocido, un miedo a la aventura, un miedo a experimentar los sueños, un miedo a las realidades que se crean aunque no se las desee. En la película Paco nos va narrando su vida y cómo ha llegado a un punto culminante en el que todo a su alrededor es una fachada de lo que nunca soñó. Nos cuenta cómo su familia vive de las apariencias mientras él y su hermano se hunden en el vicio, la corrupción y problemas de distinto índole. El film habla de relaciones familiares quebantadas donde la búsqueda por la imagen y la estética predomina antes que los propios valores. Para ello somos invitados a contemplar el destino de los dos hermanos (el otro se llama Luis) tras la muerte de su progenitor. Paco se hunde en la depresión y pese a obtener algo que siempre quiso (su unión y convivencia con el amor de su vida) se ve pronto atrapado en un mundo en el que reconoce no saber a dónde ir. Paco no tiene nada claro, vive a la deriva. Luis, por su parte, es todo lo contrario. Tiene determinación, tiene sueños, y lucha por cumplirlos aunque los maneras no sean los mejores. Es impulsivo, sí, y muy desarmado. Descontrolado, egoísta, mal hablado y destructor. Son de personalidades opuestas y Andrade trata de hacernos comprender y matizar la importancia de esto.

"Mejor no hablar de ciertas cosas" también retrata otros tipos de males de la sociedad contemporánea en el país, donde la corrupción ligada a la delincuencia son casi pan de cada día. Lo notable de este punto es que su director lo envuelve en una interesante capa que logra no palpar la manipulación en ningún momento. También la música cobra vital importancia (aunque a veces pareciera exagerada y estirada en demasía) dotando de músculo a una cinta donde las letras acompañadas de la melodía saben a gloria. La música se transforma en ese consuelo vital a almas ahondadas en el delirio y la melancolía. Andrade opta por diversos ritmos sin centrarse en un mundo especial. Retuerce a la audiencia sumergiéndola en los compaces de las guitarras, ya sean tocando punk o algún bolero interesante.
Si de algo hay que culpar a la película es de ciertas irregularidades a la hora de conectar todo; llega un momento en el que existe la sensación de relleno (ya lo advertía arriba) y eso provoca una desconexión a una propuesta interesante. Con ello no indico que la película se vaya a pique, no, pero es un problema evitable. Ciertas obviedades también saltan a la palestra cuando deberían no profundizarse. Sufro un poco (en el no tan buen sentido de la palabra) con ciertas historias que no terminan de llegarme del todo una vez dado el mayor punto de inflexión, y esto quizás ocasionado por la incapacidad de ciertos intérpretes de conseguir que sus personajes trasciendan sobre sus ¿mal dibujados? personajes. Victor Aráuz es la mayor sorpresa del trabajo actoral, su actuación es deslumbrante, y aunque está ayudado porque su personaje es el mejor descrito de todos, consigue lo que se propone. 
Luego está el desenlace que da para mucho tipo de polémica, pero pese a ello y lo que se pueda decir o criticar debo decir que me parece interesante el tono del mismo, creo que se percibe cierta sátira al mundillo político y la manera de rodarse es notable. Digo, el film se permite ciertas "licencias" para llegar a este final, se notas ciertas costuras, pero aun con ello, resulta ampliamente confortante.



La fotografía recurre mucho a colores opacos, dándole importancia a la opacidad de la vida de sus personajes, aunque cobra vida en los momentos más enérgicos (conciertos, fiestas). Destacar además un buen trabajo de montaje.
Mejor no hablar de ciertas cosas se expresa como una película que desafía lo establecido. Destaca su introspección con cierto tono satírico a la alta sociedad ecuatoriana. Su final, quizás demasiado extraño para algunos, incluso ridículo, refuerza esa sensación. Habría que verla para comprobarlo en definitiva. 
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