Nota: 9/10
Almodovar nos ha sorprendido a muchos con su última película, a otros les ha causado algo de indiferencia, ya sea por el tema que toca o por lo inverosimil que pueda resultar. Pero La Piel que Habito es un experimento cinematografico dirigido con acierto y con un tacto magistral, capaz de horrorizar en una fábula claustrofóbica sobre la venganza y la redención.
La Piel Que Habito cuenta la historia de un brillante médico-cirujano, especializado en intervenciones de embellecimiento y reconstrucción de la piel, el doctor Robert Ledgard (Antonio Banderas), que en un instante ve toda su vida destruida, debido a una doble pérdida afectiva. Ledgard vive en una espléndida residencia El Cigarral, junto con la fiel y devota "ama de llaves" Marilia (Marisa Paredes) y una bellísima mujer de nombre Vera (Elena Anaya), la cual se encuentra reclusa en una de las habitaciones de la mansión donde pasa sus días haciendo largas sesiones de yoga y creaciones de tela con pedazos de ropa de mujer que tanto desprecia, completamente envuelta en un body que le hace de segunda piel. Mientras transcurre la película, una sóla pregunta ocupa nuestra mente. ¿Quién es esa mujer tan parecida a la amada esposa de Ledgard muerta carbonizada años atrás en un accidente de coche?
Los personajes Almodovarianos siempre me parecieron magistrales, y en esta su última película dan nuevamente cuenta de que están hechos para estremecer, simpatizar o simplemente admirar.
Al finalizar el visionado de la película se me vino una frase con la que puedo definirla sin contratiempos: "Ridiculamente brillante", y es que lo es. Almodovar se mueve con la cámara en una trama retorcida, que en un principio resulta intrigante hasta que los giros argumentales permiten sorprendernos de la manera en la que todo encaja. El director se aprovecha de los flashbacks (que ya utilizaba desde antes) para enlazarnos al origen de una historia que nunca se esclarece por completo y jamás llegamos a entender.
Comienza como un drama que abarca temas de actualidad en el campo genético, incursionando incluso en la bioética, hasta convertirse con el pasar de los minutos en una apasionante historia de intriga, casi horror, escondida en las personalidades de seres extravagentes, y sin escrúpulos.
Es la obsesión enfermiza de un doctor lo que convierte lo imposible en un atisbo de posibilidad, por más incoherente que resulta, y esa extraña fascinación por llegar hasta los límites y romperlos es lo que vuelca el placer del espectador en una odisea confusa y sin sentido.
En La piel que habito hay venganza, una venganza que se la toma desde un punto de vista más estético, al mejor estilo de "crimen y castigo", y un castigo que duele y resulta peor de lo que se pueda imaginar. Almodovar raya la exageración pero jamás el film se vuelve hueco, plano o como una vil tomadura de pelo; logra salir adelante con una narración sigilosa, producto de años de oficio, tanto que logra asombrar y estremecer en resultados equilibrados.
En La piel que habito hay dolor, un dolor silencioso presente en varios personajes:
Spoilers****
-Está el dolor de una empleada, madre de dos hijos a quienes nunca les ha revelado su verdadera identidad, dos hombres que cumplen el papel de Cain y Abel, y viven anónimamente en el recuerdo del ayer.
-Esta el dolor de Rober (el cirujano), y las marcadas muertes de su esposa e hija, lo que lo adolora tanto que produce en él la fascinación por reemplazar aquel afecto, conjugandose en él la idea de recrear a su esposa muerta.
-Está el dolor de Vicente, un chico al que un pequeño error del pasado le jugó una mala estrategia, marcándole su futuro. Está presente el dolor por no estar con su madre.
Fin de Spoilers*** Y es que en medio de todo el tramo argumental que nos expone Almodovar, se encierran personajes atormentados por el pasado, ligados por alguna tortura mental, algo incapaz de perdonarse, por lo que son capaces de cometer locuras.
También se indaga mucho en la sexualidad, la cual tiene su punto de interés al no estar retratado como un mero entretenimiento, sino como parte de la transformación y de la experimentación que realiza este cirujano plástico. El hecho de conseguir la perfección en su "marioneta" hace que tome en consideración todas las pautas que son irremediablemnte necesarias para lo que busca crear en ella. No solo es la piel de su esposa, es también el alma (por eso se obsesiona tanto y cae en el error de confiar en ella como si fuera la suya).
También se habla sobre la soledad, otro fuerte componente de esta extraordinaria cinta. Hay un aislamiento tanto físico como sentimental y emocional en la película. Todo ocurre como si se tratara de una princesa atrapada en un castillo custodiada por un malvado ogro, incapaz de salir por su propias fuerzas. La soledad hace su entrada impregnándose en los personajes, volviéndolos violentos y cargados de maldad. Aun así hay un fuerte elemento familiar que recorre la trama, un poco obviado, pero presente.
Es La piel que habito una fascinante experimentación de cine, no redonda del todo, pero justa y necesaria. La música de Alberto Iglesias es extraordinaria, envolvente en cada escena, retrata a la perfección esa sensación de thriller claustrofóbico al que se somete su protagonista, una Elena Anaya correctísima en su papel. Banderas sorprende también con un personaje bastante incomprendido, tal vez porque no calamos hasta lo más profundo de sus pensamientos y nos limitamos a percibir sus acciones, que parecen ser producto solo del instinto y las emociones; pero no hay necesidad de entenderlas porque en cierta medida, los comprendemos. Un ser frío y calculador al que el tiempo le ha pasado factura. Y no me puedo quedar sin nombrar la labor de Marisa Paredes, una secundaria de lujo, que cumple con creces interpretativamente hablando.
Y en medio de toda esa estructura argumental, con sus giros inesperados, y su constante fascinación por la perfección, sobra un final un poco modesto para Almodovar, el único pequeño fallo, que no resulta del todo tedioso, pero refiriéndonos a todo el compendio cinematográfico presentado, puede desubicar a algunos.
En definitiva estamos ante un trabajo perturbador en cierta escala, diseñado con maestría y ejecutado con precisión; Almodovar convierte un argumento retorcido en una experiencia única, que aún perdurará en las mentes de muchos por algún tiempo. Una cinta tan absurda como brillante, con el ingenio y la astucia de uno de los mejores directores contemporáneos.